Nuestro
sistema electoral, sin necesidad de modificar parlamentariamente las
normas y condiciones, se ha transformado. No se si de forma
permanente o únicamente coyunturalmente, aunque lo cierto es que ha
sido la ciudadanía la que ha transformado un sistema mayoritario en
un sistema, de facto, proporcional o de consenso.
En
nuestro sistema bipartidista, con excepciones temporales, la
hegemonía ha recaído en el ejecutivo, aunque ésta realidad se
enfrenta con la "enmienda" popular: la necesidad o incluso
el mandato de la negociación como forma de gobierno. Evidentemente,
la durabilidad de ésta situación dependerá, no sólo de la
voluntad de la ciudadanía en mantener "volátil" su
decisión electoral, sino del comportamiento de los diferentes
actores políticos, cuya tendencia, al ser la democracia un gobierno
pro tempore, será volver a conseguir el apoyo mayoritario de
sus electores, ya sea afianzándolos o desactivando la movilización
del electorado contrario.
Pero
quisiera centrarme en el fenómeno de la coalición como forma de
gobierno que, como decía, temporalmente o no, sustituye al gobierno
de un solo partido.
La
teoría formalista sobre coaliciones se apoya en la hipótesis de que
los "juegos" (teoría) coaligatorios son un juego de "suma
cero": las ganancias y perdidas de los partidos coaligados deben
ser las mismas para todos los participantes. ¿Esto es así?. En un
sistema "presidencialista" como es la administración
local, el partido del candidato que es designado para ostentar el
cargo de Alcalde tiene atribuidas unas responsabilidades específicas
y personales que dan un relativo margen de maniobra para construir o
al menos intentarlo, un relato en torno a su figura que le ayude a
conseguir un estatus superior al de sus socios. En el caso de nuestro
municipio se añade la variable de referencia partidaria para
valorar la estabilidad, o al menos, la durabilidad: la distancia de
los intereses partidarios es la suficiente como para impedir
cualquier otra variación sin el riesgo de caer en la demostrada
(CDU-SPD) perniciosa "Gran Coalición" inter ideológica".
Las
coaliciones gubernamentales pueden partir, del proceso mismo de
confluencia institucional o de coaliciones electorales: pasar del
terreno gubernamental al electoral a través del acuerdo, fusión e
incluso absorción. En nuestro municipio tuvimos el caso de Bloc e
Iniciativa, que en 2011 se presentaron por separado obteniendo, el
Bloc-Coalició Compromis: 1259 votos (11,14%) e Iniciativa-Verds: 634
votos (5,61%). En éste caso, la "absorción" de la
candidatura de Iniciativa por la del Bloc no propició los mismos
beneficios : en 2015 la candidatura única de Compromís obtiene
1.470 votos ( 373 votos menos) y el 12,17%, lo que significa que la
suma no fué cero para los coaligados (pese a obtener un punto
porcentual más).
Siguiendo
con la teoría formalista, en el caso de la actual coalición, se
cumple el principio de "valor supremo" de la estabilidad
gubernamental, pese a los desequilibrios iniciales en el seno de los
distintos partidos que posteriormente originarían la coalición de
gobierno que impidió a la derecha su continuidad. Cuando hablo de
desequilibrios, me refiero a que según los postulados democráticos
de la primacía de la mayoría, debieron ser los "mayoritarios"
los que ostentasen la mayor representación pero ¿qué mayoría?,
¿la electoral, la de la representatividad o la que surge de la
coincidencia entre dos de los partidos coaligados frente al partido
más votado?. En el caso local, sí se produce esa coincidencia que
propicia un desequilibrio inicial, compensado por la coherencia y el
compromiso del actor perjudicado que pese a verse relegado, sigue
manteniendo su apoyo de investidura. También hay que señalar que
gracias, y es necesario recordarlo, a la "aportación" de
otro de los actores que, siguiendo el vago principio de no
decantarse, consiguió lo que realmente había añorado
ideologicamente: relegar al PSPV-PSOE a "uno más".
Evidentemente
el objetivo de una coalición es gobernar conjuntamente, pero creo
que en un sistema representativo, donde los partidos son la expresión
de la pluralidad de la sociedad, anular a una de las organizaciones
participantes o autoanularse por una presunta lealtad institucional,
va en detrimento de la misma democracia. La relevancia del programa
común de máximos ( o de mínimos), el dialogo permanente, la
comunicación, etc, no debería ni puede estar reñida con la
conservación de la propia personalidad; de la propia imagen
política, pues como decía anteriormente, la democracia es pro
tempore, y los partidos políticos deberán ponerse ante la
ciudadanía nuevamente para rendir cuentas y volver a pedir el apoyo,
algo que se me antoja difícil dada la hegemonía adquirida por la
figura presidencialista del Alcalde erigiéndose en portavoz único
de una coalición plural, cosa que entiendo respecto al PdC, ya que
gracias a éste partido consiguió el poder. Igualmente lo entiendo
respecto al hoy concejal no adscrito, cuya única motivación era la
de oposición a la derecha gobernante, pero no lo entiendo respecto
al PSPV-PSOE, un partido que ha sido gobierno en nuestro municipio y
cuyo objetivo debería ser volver a obtener el apoyo de la ciudadanía
de forma mayoritaria, no por ser el partido que es, sino por tener
soluciones progresistas para el futuro colectivo de nuestro pueblo.