viernes, 12 de mayo de 2017

MORAL Y ÉTICA: UN CASO PRACTICO



El sentido común, ese conjunto de normas y costumbres que interiorizamos como "lo normal" o lo habitual, nos lleva a poner en un mismo plano la ética y a moral como algo sinónimo. Y, pese a la relación que existe, deberíamos no confundir los conceptos, tanto desde un punto de vista conceptual como epistemológico.
La ética es una rama de la filosofía que estudia, sistematizando, los conceptos del bien y el mal y otros relacionados. Definir, de forma racional qué constituye un acto virtuoso independientemente de la cultura en el que se produzca. La ética es prescriptiva con respecto a los patrones de conducta que deben seguir las personas.
La ética tiene mucho que ver con la Grecia de Platón y Aristóteles, los estoicos y los epicúros, pero la concepción que ha llegado a nuestros días tiene más de Descartes, Hume o Kant.
La moral tiene más que ver con la funcionalidad de una sociedad, donde las normas, su conformidad de forma tácita o explícita. La moral surgió como una consecuencia natural de la organización de los seres humanos en grupos. Al complejizarse las sociedades, las normas de interacción que las estructuraban se fueron transformando progresivamente en reglas morales y en leyes explícitas, especialmente con la aparición de la escritura. Las religiones ( en plural) han tenido una gran relevancia histórica en el establecimiento de los códigos morales: el catolicismo,con sus movimientos reformistas en el centro y norte de Europa, el judaismo o el Corán han establecido su propia escala moral como norma unificadora de conductas funcionales.
Pero volvamos a la diferencia entre ética y moral. La ética es normativa: intenta definir los comportamientos correctos y no sólo los aceptados por una sociedad dada. Y en ésta diferencia, encontramos un valor clave: comportamiento correcto. Moralmente, a nadie le "chirría" que un político tome una decisión si ésta tiene que ver con algo pre establecido de antemano; si es una continuación incremental de lo que se venía haciendo. Pero si la decisión contradice ese "sentido común", las alarmas "morales" saltan: palabras como injusto, arbitrario, etc, suenan como argumento contra esa decisión. Pongamos un ejemplo.
Moralmente puede ser aceptable que en la administración se realicen horas extras pero, ¿si éstas se realizan al día siguiente de haber despedido a unos trabajadores por "falta de carga de trabajo", es ética ésta decisión?.
Si. todo el preambulo venía a cuento de una decisión que, aunque moralmente explicable; aunque funcional para una parte, es éticamente cuestionable. Y surge una segunda cuestión: ¿es compatible este funcionamiento ético con un discurso casi "revolucionario"?. Son preguntas a las que yo, evidentemente solo puedo dar una respuesta, aunque seguramente otros darán su versión. Mi respuesta es NO. Rotundamente no.
Por lo tanto, moralmente, puede que lo práctico sea aceptar que esas horas extras se realicen, pues alguien lo tiene que hacer ya que son tareas necesarias, aunque éticamente sea reprobable. Y ahí se ubica mi conflicto personal: los intereses legítimos frente a la solidaridad; las necesidades inmediatas frente a lo justo, las horas extras frente al reparto del empleo.
No me considero moralmente ni mejor ni peor que otros, pero si creo que éticamente hay diferencias claras entre lo que considero como aceptable y lo inaceptable. Y en el caso planteado me parece inaceptable e injustificable pues pese a los argumentos que puedan usarse para explicarlo, unas siglas no son más que una carcasa si no están rellenas de principios.
Por último la enésima contradicción: ¿es ético defender o justificar la inacción ante una situación como la descrita, bajo el argumento de "no ir contra los trabajadores"?. Moralmente puede ser, pero difícilmente puede justificarse desde un punto de vista ético, pues los que se reclaman ( nos reclamamos) de izquierdas, creemos en unos valores y principios absoluta y radicalmente contrapuestos a una practica que, pese a que pueda ser considerada "normal", no lo es en absoluto. Pero claro, todo está en función de las prioridades, valores y principios que inspiren los actos privados y públicos de cada cual.



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