sábado, 4 de noviembre de 2017

ASIGNAR RESPONSABILIDADES: PREMIAR O CASTIGAR.

Lo habitual en los artículos de opinión, es abordar ese asunto que centra o pretende, por interés, oportunidad o necesidad, el debate político local. No me evado, como opinador impenitente, de abordar desde una perspectiva opinativa los asuntos locales, pero en más de una ocasión intento, a través de los textos de opinión que publico en mi blog ( lahojarojadelcampello.blogspot.com) o que amablemente me publica Radio El Campello o el periódico La Illeta del grupo Costacomunicación, plantear cuestiones de fondo que considero interesantes para superar el legítimo análisis subjetivo que supone la opinión pública discursiva sobre los asuntos que puntualmente van surgiendo en torno a la actividad municipal. En ésta ocasión he decidido centrarme sobre el concepto de responsabilidad como exigencia referida a la acción política respecto por parte de la ciudadanía como electores.
En los últimos tiempos, no solo en el ámbito local ( también en el autonómico y en el estatal) se ha producido un cambio. No tengo muy claro que sea una variación intemporal de los equilibrios electorales . Fruto de las consecuencias provocadas por la cruel crisis económica, emergió un movimiento que ponía cara a la insatisfacción con el sistema político. Al grito de "no nos representan", se movilizaron miles de personas que exigían más y mejor política; más y mejor democracia definitivamente. Nuestro sistema democrático se vio sacudido por un cambio de paradigma que, como decía, no podría afirmarse con rotundidad que suponga una enmienda al sistema electoral, aunque de facto si lo ha cambiado: hemos pasado de un sistema mayoritario y bipartidista a uno de consenso ( en los términos que definió Lipjart los modelos de democracia: mayoritaria y consensual). Y ésto ha traído consigo un cuestionamiento quizá menos evidente o explícito que sobre el de la representatividad ( que requeriria un texto específico) pero no menos importante: la rendición de cuentas, la asignación de responsabilidad sobre las políticas o sus efectos.
La democracia representativa, entre otras cuestiones tiene como fundamento la rendición de cuentas. Desde esta perspectiva se presentan las elecciones periódicas como el instrumento del que dispone la ciudadanía para exigir responsabilidades a los gobiernos sobre sus políticas, cumplimientos, incumplimientos, etc. Existen dos perspectivas que analizan qué juzga la ciudadanía: si las políticas o los efectos. Pero para juzgar cualquiera de los dos conceptos es preciso analizar la forma del gobierno, pues de lo contrario el objetivo de la asignación de responsabilidades, positivas y negativas, con su premio y su castigo, será muy difícil. Igualmente, la variable referente a los factores exogenos a la propia acción política debe valorarse, sobre todo respecto a las estrategias justificativas, un terreno en el que vemos como en demasiadas ocasiones los políticos intentan construir relatos y estrategias discursivas con el objetivo de evitar la rendición de cuentas. Pero, no está tan claro que juzgar políticas sea sinónimo de asignar responsabilidades.
Respecto a la forma de los gobiernos, podríamos considerar que es más fácil para asignar responsabilidades es un gobierno mayoritario monocolor, pues al centrar la totalidad de recursos en un único actor, podría parecer más sencillo. En gobiernos minoritarios de coalición, la asignación puede diluirse al ser diferentes actores los que se reparten los recursos . En éste último caso parecería que la única manera es la asignación de responsabilidades de forma colectiva, premiando o castigando a la coalición como si fuese un único actor. Pero, ¿realmente es así?. Factores como las estrategias comunicativa, el nivel de cumplimiento de los acuerdos comunes ( en caso de existir) e incluso el nivel de lealtad entre los coaligados ( el no poner en tela de juicio las decisiones ni denunciar las acciones u omisiones de otro socio), pueden definir un escenario donde, desde la dificultad, sí puedan asignarse responsabilidades.
Pero, la asignación de responsabilidades en un gobierno de coalición tiene su aspecto negativo: llegado el período electoral, ¿cuales van a ser los argumentos políticos de los diferentes actores para buscar el premio y evitar el castigo de los electores?. Aquí es donde entra otra cuestión troncal de la democracia: la representatividad, que al igual que la responsabilidad, se diluye en un discurso de lo colectivo donde los objetivos no declarados pero claramente explícitos se relacionan con el papel que cada uno de los actores persigue o desea. Podríamos utilizar la metáfora de la mesa: si ser tablero o ser simplemente una de las patas.
En el próximo texto, la representatividad, una cuestión que parece querer solaparse pero que es una de las esencias del sistema democrático y a través de la que se puede igualmente exigir un cierto nivel de responsabilidad sobre diferentes aspectos.
Para finalizar, mi opinión, siendo positiva sobre la pluralidad como reflejo consustancial de la sociedad, considero que una preservación mínima de la representatividad sería deseable para no vaciar nuestro sistema de contenido.

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