El
"no nos representan" fue un eslogan, un grito de una
ciudadanía desesperada que sufría ( ¿sufría?) las consecuencias
de una cruel crisis económica y financiera pero, ¿donde ha quedado
ese grito?. El sistema, cimentando su posición hegemónica sobre la
construcción de un "sentido común" basado en la primacía
de la responsabilidad individual ha conseguido que los movimientos
ciudadanos que monopolizaron las protestas sociales a partir de 2011
pasen prácticamente a la irrelevancia. Y todo ello, sin que las
organizaciones tradicionales hayan integrado de forma sustancial las
reclamaciones sociales más que de forma, o simbólica o meramente
instrumental.
El
panorama es desalentador, a la vista del silencio de la sociedad. Un
silencio que se ha sumado a ese perverso término de "mayoría
silenciosa" ( franquismo sociológico) que tanta tranquilidad
proporciona a las estructuras de poder.
El
término sentido común es utilizado como sustituto de razonable y
lógico. En contraposición coincido con el geógrafo David Harvey
que afirma : "Para que algún sistema de pensamiento llegue a
ser dominante, requiere la articulación de conceptos fundamentales
que se arraiguen tan profundamente en entendimientos de sentido común
que lleguen a ser tomados por dados e indiscutibles". Es cierto
que en los municipios pequeños o medianos como el nuestro, la
expresión de la desafección con la política no alcanzó los
niveles que en las grandes ciudades. No obstante, si ese descontento
si se agregó en las urnas, multiplicando la representación y
propiciando un cambio político, al menos en las estructuras del
poder. De ahí que el silencio social tampoco sea un hecho a
resaltar.
Tras
dos años y medio de legislatura, las voces de descontento y
discrepancia son puntuales y se centra en colectivos muy
determinados, algo que no parece preocupar demasiado al gobierno
municipal. Parece que exista una cierta confianza en que esa "mayoría
silenciosa" volverá a darles la oportunidad de gobernar, pese a
la, digamos, irrelevante legislatura que hasta ahora hemos tenido.
Las premisas discursivas sobre las que se cimentó el cambio no se
han concretado en políticas. Es cierto que los equilibrios y
desequilibrios de las mayorías han situado las políticas públicas
en meros hechos puntuales, importantes, pero puntuales. La debilidad
del gobierno no parece ser excusa suficiente para que las propuestas
con las que los diferentes partidos se presentaron a las elecciones
se hayan concretado en iniciativas institucionales. Por hablar de
algo en concreto, podríamos referirnos al Presupuesto, o a la
resolución o amortiguación de los distintos litigios en los que se
haya inmersa la institución municipal que condicionarán el futuro
local, como mínimo a medio plazo. Pero ahora la cuestión es, dada
la proximidad de las elecciones, analizar si las diferentes
organizaciones podrán presentarse ante la ciudadanía defendiendo su
gestión política y con qué propuestas pedirán el apoyo de una
sociedad local inmersa en la indiferencia.
Sobre
la cuestión de la representación ( pido perdón, pero es una
cuestión en mi opinión relevante en un sistema democrático
representativo) el multipartidismo que ha protagonizado el gobierno
supone algunos problemas pese a no descalificarlo como alternativa al
bipartidismo o al monopartidismo que se dió durante más de veinte
años. Cuando son bastante los partidos que compiten por la
representación, castigar a las formaciones políticas con la
oposición es más complicado: la ciudadanía pierde parte de su
capacidad para asignar responsabilidades de forma clara. Y en éste
contexto ( el de multipartidismo) los dirigentes políticos ganan
espacio y capacidad de maniobra, en su caso, para seguir en el poder
pese a que los posibles resultados hayan sido negativos. En mi
opinión, uno de los déficits de la presente legislatura y que, con
toda seguridad jugará un papel en la determinación de la decisión
de la ciudadanía es la falta de explicación. El gobierno no ha
podido o no ha sabido explicar porque se han hecho o por que no
determinadas cuestiones: no hay política sin comunicación. Y la
publicidad no es suficiente.
Otra
cuestión a valorar será si el gobierno ha sido capaz de recoger las
demandas ciudadanas, aunque ésta cuestión es más compleja dado el
silencio social o la confrontación abierta con los colectivos
vecinales sobre asuntos que vienen de lejos.
La
cuestión sobre la que tendríamos que reflexionar, no es sólo si
las protestas exigiendo más y mejor democracia, sino si la política
ha recibido el mensaje o no, y si están a la altura de lo que la
sociedad, aunque no de forma explícita, exigió y sigue pidiendo.
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