viernes, 1 de julio de 2016

De reflexiones posibles a dialogo de sordos.

Algunas cuestiones que me rondan por la cabeza: ¿los responsables políticos de analizar los resultados obtenidos por sus respectivas organizaciones, como la afrontan?,¿ con el animo de sobrevivir orgánica o institucionalmente, o con la voluntad de rectificar lo que sea necesario para recuperar la confianza de la ciudadanía?. A estas preguntas deben dar respuestas los representantes de las militancias de dos organizaciones que se han enfrentado de forma virulenta en las últimas elecciones del 26J.

Muchos y diversos son los argumentos para, o justificar el resultado o resaltarlo frente a la anunciada pero frustrada (solo en parte) catástrofe.

No es un secreto que la derecha gobernante ha utilizado el conocido y manido argumento del miedo a los “que vienen”. Sembrar la duda sobre las intenciones, más allá de lo que se diga en los programas o discursos, acusando o insinuando grandes males, es un argumento que ya conocemos. En 1919 Adolfo Suarez lo usó contra el PSOE, acusando a los socialistas de tener un “programa ocuto”. Esto propició una derrota y un debate interno sobre la utilidad de determinadas etiquetas para lograr llegar el poder ( el marxismo). Y en el PSOE se resolvió con un virage táctico que le situó en posición de lograr el gobierno, algo que se confirmó en 1982. Traición, adecuación o adaptación táctica, podrían ser definiciones aplicables, pero quedan para la libre elección en función de las ideas de cada cual.

Podemos, o Unidos Podemos se enfrenta a una situación bastante similar. La cuestión es cómo la abordará: si desde una adaptación o desde la justificación que estamos escuchando de los diferentes dirigentes de la coalición. Si los argumentos justificativos se imponen, el argumento del miedo, incluso del cansancio de los votantes podrán ser válidos. Pero no pueden obviar los virajes tácticos en las “etiquetas”: de ser los de “arriba y los de abajo” como definición trasversal, se ha pasado a recuperar el discurso sobre la contradicción estructura superestructura y a levantar simbolicamente el puño derecho. Algunos han podido ver que esa aparente radicalización ha dado combustible al argumento del miedo. ¿Como polítologos no lo habían previsto?.

En el PSOE, el discurso de la resistencia se enfrenta a la realidad: qué hacer y cómo hacerlo. Parece ser que los resultados son la enésima excusa de una parte del partido que vive instalada en la actitud cainíta cuyo objetivo sigue siendo hegemonizar el partido en función de equilibrios de familia. El PSOE dió la espalda a la emergencia de un movimiento que representaba y representa una brecha generacional, que a diferencia de las diferencias clásicas entre generaciones y los intereses contrapuestos, representan un sentimiento de derrota que convierte la presente brecha en irresoluble y necesitada de un giro radicalmente democrático. Esto no ha sido, o valorado suficientemente o tenido en cuenta como una realidad que ha venido para quedarse. El partido, o antepone los valores y principios que inspiran su propia existencia o se vuelve a enrocar en ese debate interiorista y orgánico dando la sensación de que a algunos y algunas les preocupa más su propia situación que la de un partido desinflado y que no ilusiona a los que lo siguen viendo como algo viejo, como una herencia a superar de un pasado que, en el presente, les niega el futuro a esos jóvenes que, aunque suficientemente preparados, se enfrentan a la desafección de un sistema que quieren cambiar por pura supervivencia.


El debate esta sobre la mesa. De sus conclusiones no depende únicamente la supervivencia de unos u otros, sino el futuro de muchos y muchas cuyos miedos, anhelos frustrados y desilusiones pueden llevarnos a una situación sin retorno si el “no nos representan” sigue vigente y nadie lo asume como reto y exigencia.

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