Algunas cuestiones que me
rondan por la cabeza: ¿los responsables políticos de analizar los
resultados obtenidos por sus respectivas organizaciones, como la
afrontan?,¿ con el animo de sobrevivir orgánica o
institucionalmente, o con la voluntad de rectificar lo que sea
necesario para recuperar la confianza de la ciudadanía?. A estas
preguntas deben dar respuestas los representantes de las militancias
de dos organizaciones que se han enfrentado de forma virulenta en las
últimas elecciones del 26J.
Muchos y diversos son los
argumentos para, o justificar el resultado o resaltarlo frente a la
anunciada pero frustrada (solo en parte) catástrofe.
No es un secreto que la
derecha gobernante ha utilizado el conocido y manido argumento del
miedo a los “que vienen”. Sembrar la duda sobre las intenciones,
más allá de lo que se diga en los programas o discursos, acusando o
insinuando grandes males, es un argumento que ya conocemos. En 1919
Adolfo Suarez lo usó contra el PSOE, acusando a los socialistas de
tener un “programa ocuto”. Esto propició una derrota y un debate
interno sobre la utilidad de determinadas etiquetas para lograr
llegar el poder ( el marxismo). Y en el PSOE se resolvió con un
virage táctico que le situó en posición de lograr el gobierno,
algo que se confirmó en 1982. Traición, adecuación o adaptación
táctica, podrían ser definiciones aplicables, pero quedan para la
libre elección en función de las ideas de cada cual.
Podemos, o Unidos Podemos
se enfrenta a una situación bastante similar. La cuestión es cómo
la abordará: si desde una adaptación o desde la justificación que
estamos escuchando de los diferentes dirigentes de la coalición. Si
los argumentos justificativos se imponen, el argumento del miedo,
incluso del cansancio de los votantes podrán ser válidos. Pero no
pueden obviar los virajes tácticos en las “etiquetas”: de ser
los de “arriba y los de abajo” como definición trasversal, se ha
pasado a recuperar el discurso sobre la contradicción estructura
superestructura y a levantar simbolicamente el puño derecho. Algunos
han podido ver que esa aparente radicalización ha dado combustible
al argumento del miedo. ¿Como polítologos no lo habían previsto?.
En el PSOE, el discurso
de la resistencia se enfrenta a la realidad: qué hacer y cómo
hacerlo. Parece ser que los resultados son la enésima excusa de una
parte del partido que vive instalada en la actitud cainíta cuyo
objetivo sigue siendo hegemonizar el partido en función de
equilibrios de familia. El PSOE dió la espalda a la emergencia de un
movimiento que representaba y representa una brecha generacional, que
a diferencia de las diferencias clásicas entre generaciones y los
intereses contrapuestos, representan un sentimiento de derrota que
convierte la presente brecha en irresoluble y necesitada de un giro
radicalmente democrático. Esto no ha sido, o valorado
suficientemente o tenido en cuenta como una realidad que ha venido
para quedarse. El partido, o antepone los valores y principios que
inspiran su propia existencia o se vuelve a enrocar en ese debate
interiorista y orgánico dando la sensación de que a algunos y
algunas les preocupa más su propia situación que la de un partido
desinflado y que no ilusiona a los que lo siguen viendo como algo
viejo, como una herencia a superar de un pasado que, en el presente,
les niega el futuro a esos jóvenes que, aunque suficientemente
preparados, se enfrentan a la desafección de un sistema que quieren
cambiar por pura supervivencia.
El debate esta sobre la
mesa. De sus conclusiones no depende únicamente la supervivencia de
unos u otros, sino el futuro de muchos y muchas cuyos miedos, anhelos
frustrados y desilusiones pueden llevarnos a una situación sin
retorno si el “no nos representan” sigue vigente y nadie lo asume
como reto y exigencia.
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